miércoles, 22 de diciembre de 2010

La reorganización del cerebro en memoria y atención ante una lesión cerebral.

Los estudios sobre el cerebro realizados en los últimos 30 años han demostrado que si una región del cerebro dedicada a controlar el movimiento, la percepción o el lenguaje, queda inservible debido a un derrame cerebral o por una lesión, otras partes pueden encargarse de la función perdida, a menudo tan bien como la región original. Una nueva investigación muestra que esto también se cumple para la memoria y la atención.

Los resultados de este nuevo estudio, llevado a cabo en la Universidad de California, en Berkeley, respaldan la hipótesis de que los recuerdos no se almacenan en un solo lugar, sino que están guardados en muchas regiones del cerebro, lo que implica que una zona de almacenamiento dañada es bastante más fácil de compensar que lo creído hasta ahora. En vez de sólo regiones específicas, hay toda una red respaldando a la memoria.

El equipo de Bradley Voytek, de la citada universidad, puso electrodos sobre el cuero cabelludo de seis personas que por un derrame cerebral habían perdido parcialmente la funcionalidad de su corteza prefrontal, el área en la parte frontal de cada hemisferio cerebral que gobierna la memoria y la atención. También colocó electrodos sobre el cuero cabelludo de seis voluntarios con corteza prefrontal en buen estado. A cada paciente se le mostró una serie de imágenes para comprobar su capacidad de recordar imágenes durante un breve espacio de tiempo, habilidad que se conoce como memoria de trabajo visual.

La memoria de trabajo es una especie de libreta de notas mental, que sirve de almacén temporal de acceso rápido para alojar la información relevante para la tarea del momento. En su vertiente visual, la memoria de trabajo es lo que nos permite comparar dos objetos, manteniendo uno en memoria mientras miramos el otro, como cuando elegimos el más maduro de dos plátanos.

Los autores del nuevo estudio comprobaron durante los experimentos que cuando se mostraban las imágenes ante el ojo opuesto al área cerebral que había sufrido la lesión (la información del ojo izquierdo va al hemisferio derecho, y viceversa), la corteza prefrontal deteriorada no respondía, pero la corteza prefrontal intacta, en el mismo lado del ojo puesto a prueba, respondía en un lapso de entre 300 y 600 milésimas de segundo. Es decir que, en cuestión de fracciones de segundo, esa parte del cerebro pasaba a compensar la incapacidad de la otra.

Los resultados de esta investigación van a tener repercusiones sobre los parámetros que los médicos examinan para ver si hay una recuperación efectiva después de un derrame cerebral, y sugiere que se puede aprovechar ese fenómeno de adaptación para entrenar selectivamente a la región cerebral que tiene el potencial de relevar de sus funciones a la zona dañada, en vez de entrenar a todo el cerebro.

En el estudio también han trabajado Francisco Barceló del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias de la Salud en la Universidad de las Islas Baleares, Palma de Mallorca, España; Edward K. Vogel de la Universidad de Oregón en Eugene; y M. Davis y E. Yago del Instituto Helen Wills de Neurociencia, dependiente de la Universidad de California en Berkeley.

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