jueves, 7 de julio de 2011

Los atracones de comida pueden tener el mismo efecto que la marihuana

La próxima vez que se coma un jugoso filete o un helado con caramelo caliente, piense en lo siguiente: la sensación eufórica de comer toda esa grasa podría relacionarse a lo que sentiría si fumara marihuana.

El mismo mecanismo que le da a los fumadores de marihuana sus deseos característicos de comer, casi irresistibles, parece ayudar a explicar porqué la grasa resulta tan atractiva para las personas, según un nuevo estudio con ratas.
La investigación amplía el conocimiento sobre cómo el organismo le obliga a comer y podría eventualmente llevar a tratamientos diseñados para calmar los deseos de comida, afirmó el coautor del estudio Daniele Piomelli, profesor de farmacología de la Facultad de medicina de la Universidad de California en Irvine (UCI).

"Cuando buscamos algo en la nevera y elegimos ese bote de helado, suceden muchas más cosas de lo que pensamos, y a un nivel mucho más profundo", comentó Piomelli. "Descubrirlas con el tiempo puede resultar útil".
El tema del estudio son sustancias químicas cerebrales conocidas como endocanabinoides, que los científicos creen son cruciales para la regulación de cosas como el estado de ánimo, la ansiedad y el apetito, explicó Piomelli, director del Centro de Descubrimiento y Desarrollo de Drogas de la UCI. La grasa parece activar esas sustancias químicas, igual que la marihuana.

Piomelli añadió que tiene sentido que fumar marihuana y el apetito estén conectados. Después de todo, además de ayudar a las personas a relajarse y a sentirse menos ansiosas en muchos casos, la marihuana también puede provocar mucha hambre o deseo de consumir alimentos, sobre todo comida basura.
En el nuevo estudio, Piomelli y colegas de la Universidad de Yeshiva en Nueva York buscaban determinar cómo la comida afecta al sistema endocanabinoide, y qué aspectos particulares del mismo son activados por los alimentos.

Los investigadores crearon un experimento. Alimentaron a ratas con distintas soluciones líquidas que contenían grasa, azúcar o proteínas, y monitorizaron qué sucedía. Y dado que no deseaban controlar todo el sistema digestivo, crearon una forma de evitar que la solución llegara del todo a los estómagos de las ratas.
Hallaron que solo la grasa parecía activar al sistema endocanabinoide mediante una señal que iba del cerebro a los intestinos a través de un conjunto particular de nervios llamado vago, y que eso sucedía muy pronto en el proceso de la digestión. A su vez, los endocanabinoides provocan el deseo de más grasa.

"La grasa llega a la lengua, los canabinoides se activan, y luego da más hambre", apuntó Piomelli.

El sistema parece ser producto del interés de la evolución por asegurar que los animales coman mucha grasa cuando está disponible, aseguró. El problema se encuentra en la vida moderna, en que los animales conocidos como humanos tienen mucha comida.
"En la vida moderna, hay grasa por todas partes", señaló Piomelli. "Hay McDonalds y Burger King. Pero antes de la invención de la nevera, era difícil hallar grasas".

¿Qué se puede hacer con esta nueva información? Piomelli dijo que provee más respaldo para encontrar formas de manipular el hambre, sobre todo el deseo de comer más de lo necesario, al interrumpir la forma en que el sistema endocanabinoide funciona.
Dijo que el problema es que los fármacos diseñados para lograrlo hacen que la gente se sienta más irritable, deprimida y ansiosa. "Por eso no siguen en desarrollo", apuntó Piomelli.

El nuevo estudio fue respaldado por los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. y otras agencias federales.
Tim C. Kirkham, profesor de psicología experimental de la Universidad de Liverpool en Inglaterra, dijo que el desafío es encontrar un medicamento que afecte al sistema endocanabinoide pero que no entre en el cerebro ni cause los efectos secundarios psicológicos.

Pero hay esperanza, dijo el coautor del estudio Piomelli. "Imagínese que se pueda bloquear este mecanismo, y cuando coma helado, en lugar de comerse todo un bote se quede satisfecho con una o dos cucharadas".

El estudio aparece en la edición de esta semana de Proceedings of the National Academy of Sciences.

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