El sueño perdido cuesta al trabajador estadounidense promedio 11.3 días, o 2,280 dólares, en productividad perdida cada año, y el costo total para el país es de 63.2 mil millones de dólares anuales.
Investigadores analizaron información sobre los hábitos de sueño y rendimiento laboral de 7,428 trabajadores que participaron en la encuesta del Estudio del insomnio en EE. UU. de la Facultad de medicina de la Harvard en 2008-09.
En general, 23.2 por ciento de los participantes tenían insomnio, que se caracteriza por dificultades para dormirse o permanecer dormido. Las tasas de insomnio fueron menores entre los trabajadores a partir de los 65 años (14.3 por ciento) y para los de sexo masculino (19.7 por ciento) que para los de sexo femenino (27.1 por ciento).
Los investigadores también hallaron que las tasas de insomnio eran de 19.9 por ciento para los que tenían una educación inferior a la secundaria, y de 21.5 por ciento para los graduados de la universidad.
El estudio, financiado por Merck & Co., que desarrolla una nueva pastilla para dormir, aparece en la edición del 1 de septiembre de la revista Sleep.
"Nos chocó el enorme impacto del insomnio sobre la vida de la persona promedio", señaló en un comunicado de prensa de la revista el autor líder Ronald C. Kessler, psiquiatra epidemiólogo de la Facultad de medicina de la Harvard.
"Es un problema que se subestima. Los estadounidenses no faltan al trabajo debido al insomnio. Siguen yendo al trabajo, pero logran menos porque están cansados. En una economía basada en la información, es difícil encontrar una afección que tenga un efecto mayor sobre la productividad", anotó Kessler.
Las empresas tienden a ignorar las consecuencias del insomnio porque no se considera una enfermedad que resulte en ausentismo laboral. Pero el alto costo del insomnio identificado en este estudio sugiere que las empresas deben tomárselo más en serio, dijo Kessler.
El costo del tratamiento para el insomnio varía de unos 200 dólares al año por pastillas genéricas para dormir hasta 1,200 dólares para la terapia conductual, según el coautor del estudio James K. Walsh, director ejecutivo y científico principal del Centro de Medicina e Investigación del Sueño del Hospital St. Luke de Chesterfield, Misuri.
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