Investigadores europeos cuestionan la creencia de que consumir mucha sal sea nocivo para el corazón. En el estudio, los niveles de sodio no influyeron en la hipertensión arterial de los participantes. Una gran cantidad de cardiólogos cuestionan estas conclusiones y plantean que la población europea no es comparable con la estadounidense.
La creencia prevalente de que una ingesta elevada de sal aumenta los riesgos cardiovasculares está siendo puesta en duda por un nuevo estudio europeo que sugiere lo contrario.
Mediante el análisis de pruebas de sodio en la orina de 3,681 participantes sin antecedentes de enfermedad cardiovascular, los científicos encontraron que una menor excreción de sodio se relacionaba con un mayor riesgo de muertes relacionadas con el corazón, y que una mayor excreción de sodio no se relacionaba con aumentos en los riesgos de hipertensión o complicaciones por enfermedad cardiaca.
El estudio aparece en la edición del 4 de mayo de la Journal of the American Medical Association.
La autora del estudio, la Dra. Katarzyna Stolarz-Skrzypek, dijo que ella y sus colegas se sorprendieron con los resultados, pero anotó que hacían eco de hallazgos anteriores de investigadores de EE. UU. en las Encuestas nacionales de examen de salud y nutrición (NHANES).
No obstante, los investigadores polacos y belgas reconocieron que todos los voluntarios del estudio eran jóvenes y de raza blanca, y que esto podría haber sesgado los resultados.
Además, a los casi tres mil participantes de los estudios de EE. UU. se les había indicado que evitaran los alimentos ricos en sal durante cuatro a cinco días antes de que se tomaran las medidas de las excreciones de sodio. A los participantes del estudio de Stolarz-Skrzypek no se les pidió que redujeran la ingesta de sal de antemano.
"Nuestros hallazgos no respaldan las recomendaciones actuales de una reducción generalizada e indiscriminada de la ingesta de sal en toda la población", apuntó Stolarz-Skrzypek, cardióloga del Colegio Médico de la Universidad de Jagiellonian de Cracovia, Polonia. "Creemos que se debe informar a los consumidores sobre el riesgo relacionado con una dieta baja o alta en sal, y que sean libres para elegir los alimentos consumidos. Sin embargo, nuestros hallazgos no niegan los efectos de reducción de la presión arterial con una disminución de la sal en los pacientes hipertensos".
Durante un periodo de 24 horas, los participantes, que tenían una edad promedio de casi 41 años, recolectaron su propia orina en un recipiente para las pruebas. Durante un periodo de seguimiento promedio de unos ocho años, las muertes cardiovasculares aumentaron entre los que tenían la menor cantidad de sodio en la orina.
Entre los 2,096 participantes a los que se dio seguimiento durante apenas seis años y medio, los niveles crecientes de sodio no se asociaron con hipertensión, un hallazgo que contradice muchos estudios estadounidenses.
La Dra. Suzanne Steinbaum, cardióloga de prevención del Hospital Lenox Hill de la ciudad de Nueva York, afirmó que la investigación le "molestó" y siente que sus limitaciones deben evitar que se tome en serio en Estados Unidos.
"Los resultados son impactantes", apuntó Steinbaum. Pero "se trataba de una población estrictamente europea, no la increíble mezcla característica de EE. UU. No es exactamente una población que corresponda a la nuestra".
Stolarz-Skrzypek reconoció que el número de eventos cardiovasculares en una población de estudio tan joven podría ser pequeño independientemente de la ingesta de sal, y que una sola recolección de orina en un periodo de 24 horas podría ser insuficiente para caracterizar el uso habitual de sal de un individuo.
"En nuestro estudio participaron únicamente europeos blancos, por lo que sus hallazgos no pueden extrapolarse a individuos asiáticos, o particularmente a los negros, que podrían ser más sensibles a la sal que la gente blanca", señaló.
En un anuncio público publicado en enero por el presidente de la American Heart Association, el Dr. Ralph Sacco, anotó que las ventajas de salud de una menor ingesta de sal se han comprobado en una siempre creciente cantidad de investigaciones.
"Un cuerpo de evidencia convincente y que sigue creciendo respalda el imperativo de una reducción del sodio en toda la población como componente integral de los esfuerzos de salud pública por prevenir [la enfermedad cardiovascular], el accidente cerebrovascular y la enfermedad renal", enfatizó Sacco. "Los beneficios potenciales en salud pública son enormes, y se extienden virtualmente a todos los estadounidenses".
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