Aunque las malas palabras son vistas como un gesto de mala educación, ahora la ciencia las ha puesto en un lugar bien distinto: ser las estrellas en el manejo del dolor. Un estudio asegura que decir “*$&%!!!!” ayuda a aliviar el dolor físico.
Investigadores hallaron que, en determinadas circunstancias, decir palabrotas o improperios (o putear, depende de cada país) puede actuar como un poderoso calmante del dolor, especialmente para aquéllos que no suelen ser “boca sucias”.
Para estos últimos, decir palabrotas en el momento en el que sienten genuino dolor resulta ser cuatro veces más efectivo que para aquéllos que dicen malas palabras a diario.
Hijos imitan a sus padres en la forma de manejar el dolor
El estudio fue llevado a cabo por científicos de la Keele University, en el Reino Unido, y será presentado en la conferencia de la Sociedad Británica de Psicología, en mayo.
Los científicos hicieron lo siguiente. Organizaron dos grupos de 71 jóvenes cada uno, de acuerdo a la cantidad promedio de improperios que decían por día: en uno de ellos estaban los que decían menos de 10 al día, y en el otro los que superaban las 40 palabrotas diarias.
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A los jóvenes de ambos grupos se les pidió que metieran las manos en agua helada, casi congelada, y que aguantaran lo más posible.
Primero debieron hacerlo sin decir una sola mala palabra, luego, debieron repetir el acto repitiendo una palabrota de su elección.
Los que habitualmente no decían malas palabras pudieron aguantar sus manos en el agua helada por 45 segundos más diciendo palabrotas que no haciéndolo. Los que eran mal hablados habituales, lo lograron por 10 segundos más.
Según el doctor Richard Stephens, quien dirigió la experiencia, los resultados muestran que decir malas palabras puede liberar endorfinas que actúan contra el dolor.
Decir malas palabras provoca una respuesta emocional similar a la del estrés, indicó Stephens. El cuerpo reacciona de la misma manera que lo hace ante una situación de amenaza o de peligro.
“Pero las personas deberían reservar las palabrotas para cuando realmente las necesitan”, expresó Stephens. Si no, al parecer, la reacción no funciona atacando al dolor.
Stephens dijo que no se trata de enseñar a decir malas palabras en una campaña de salud pública, sino de saber que existe el recurso en ciertos casos. “Los analgésicos siguen siendo la mejor alternativa”, expresó.
Hace tiempo que los científicos piensan que las malas palabras están relacionadas con reacciones químicas específicas. Basta escuchar lo que dicen las mujeres a punto de parir por ejemplo, para darse cuenta que tienen un efecto terapéutico.
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