El creador de la sinergología, una ciencia que permite descifrar el lenguaje del cuerpo, trabaja en el diseño de un programa que traduzca el significado de nuestros más mínimos movimientos.
Son eso gestos involuntarios, espontáneos, y que, se dice, nos traicionan. Pero ¿es posible que hasta el más ínfimo movimiento que hacemos exprese algo, sin que nos demos cuenta?
Acariciarse el pelo, tocarse la cara, levantar una ceja, rascarse la nariz o la oreja, cruzar o descruzar las piernas... son signos de comunicación no verbal y hay expertos que afirman que pueden descifrarlos. Muchos gerentes de empresa atribuyen gran importancia a esta comunicación no verbal y afirman tenerla muy en cuenta a la hora de contratar. Esto ha generado un mercado de servicios de asesoramiento y de entrenamiento de las personas para dar un discurso en público, hacer un buen papel en la entrevista laboral clave o reducir los nervios antes de la intervención televisiva que puede catapultar a la fama o al olvido -o al ridículo.
Es un tema que apasiona a coachs, psicólogos y neurólogos. El metalenguaje es también material para la ficción televisiva, como lo demuestra la serie Lie to Me.
Philippe Turchet es un consultor que ha dedicado veinte años a censar, clasificar y relacionar con emociones unas 3 mil actitudes corporales, a partir de la observación de las emociones primarias del ser humano en miles de horas de filmación. Su conclusión es que los gestos que expresan alegría, tristeza o enojo son universales. "Se manifiestan por los mismos movimientos, sean cuales sean la edad, el país o la cultura de los individuos", dijo a Le Figaro Magazine.
En 1996 fundó la sinergología, que busca hacer una lectura sistemática de la comunicación no verbal. Bautizó su ciencia con la suma de tres palabras: sun (estar juntos), ergo (activo) y logos (discurso). Es decir: estar activo en situación de producción de discurso. Suena algo rebuscado, sin duda. Más sencillamente: es un método de lectura de la comunicación no verbal, útil para todo aquel que desee descifrar mejor las relaciones humanas.
Turchet cree que el antagonismo entre pensamiento y acción (movimientos corporales) puede ser detectado a través de indicios muy claros en ciertas partes del rostro y del cuerpo. Quince años después, dispone de un banco de datos y ha establecido los principios de la lectura del metalenguaje gestual. Su disciplina ya se enseña en el mundo entero.
Consultado en un programa de televisión sobre si lo gestual es cultural, Turchet fue categórico: "No, lo gestual no es cultural. Aunque puedan existir algunos gestos adquiridos, la mayoría viene de muy lejos, es genético y común a toda la humanidad. Por eso su libro se llama El lenguaje universal del cuerpo. Un ejemplo es que una persona nacida ciega asentirá sacudiendo la cabeza de arriba hacia abajo como lo hacemos todos, sin haberlo visto".
Su investigación le ha permitido también confirmar que existe la gestualidad femenina y que es distinta de la masculina: "En general, los hombres mueven menos la cabeza de costado; eso es más femenino. Y el hombre, cuando mueve las manos, quiebra menos las muñecas".
Turchet prefiere decir que los gestos nos traducen, no que nos traicionan: "Por ejemplo, es frecuente un tartamudeo inicial cuando estamos en una situación incómoda. Pero, a partir del momento en que empezamos a hacer gestos que nos generan comodidad, nos expresamos mejor. En ese caso, no podemos decir que los gestos nos traicionan, sino que nos traducen".
La persona que inclina la cabeza hacia el lado contrario hacia el cual mira, ejemplifica Turchet, está tomando distancia del acto de la comunicación. Es un gesto común en los entrevistadores televisivos. No es necesariamente desconfianza, sino que esa mirada con distancia le permite preguntar mejor por qué no se deja absorber por el acto de la comunicación. Seguramente la misma persona cambia su actitud corporal cuando está con amigos.
¿Equivale la lectura de nuestros gestos a la aplicación del suero de la verdad? No hay duda de que resulta inquietante pensar que, a causa de nuestras muecas inconscientes, somos como un libro abierto para los expertos. O para cualquiera que esté atento a este alfabeto de signos.
Algunos expertos, como el psicólogo estadounidense Paul Ekman, autor de Yo sé que usted miente, hacen de esto una ciencia exacta. Si los movimientos faciales no están sincronizados con los gestos y si este desacople dura más de 5 segundos, la mentira está garantizada, afirma Ekman. Una mímica fácilmente detectable es la falsa sonrisa: las cejas y los ojos no se mueven.
Otros, como Pascal Lardellier, profesor de Ciencias de la información en la Universidad de Borgoña, autor de un libro cuyo título lo dice todo (Basta de descodificar. Terminemos con los gurúes de la comunicación), afirma que esto es impostura científica y que rascarse la oreja puede tener decenas de interpretaciones diferentes según las culturas o la situación y denuncia una "dictadura gestual", en sus palabras, "puro negocio que excluye el discurso" y puede, por ejemplo, llevar a desechar un buen aspirante a un puesto de trabajo por "delito gestual".
Turchet, el inventor de la cosa, se ubica en una tercera posición: sostiene que los gestos son universales, inherentes a la condición humana, pero que es inútil intentar controlar todo porque eso lleva a perder la autenticidad y la naturalidad. En las entrevistas laborales, coincide, hay mucha charlatanería. "Es cuando me olvido de mi cuerpo que logro comunicar bien. Si me concentro en pensar si lo estoy haciendo bien no puedo escuchar a mi interlocutor, y por lo tanto, no puedo comunicar eficazmente".
Mientras nos expresamos, nuestro cuerpo "habla", acompañando, reforzando o contradiciendo nuestro mensaje, pero ser consciente de ello no debe llevarnos a querer controlarlo, porque eso desemboca en artificio. Esto es particularmente notable en algunos políticos, adictos al entrenamiento en controlar gestos, cuando van a la televisión.
Los estudios de Turchet tienen también una base neurológica: "En la corteza izquierda del cerebro, hay neuronas espejo que intervienen cuando estamos en interacción con los demás y nos llegan a efectuar los mismos movimientos, a tener las mismas expresiones y a entender sus sentimientos".
El experto dice también que el costado izquierdo del rostro es el que mejor expresa las emociones. Si son positivas, tenderá a abrirse, mientras que, a la inversa, si los sentimientos son negativos, se crispa. Una ceja izquierda que sube expresa pudor o malestar. Si es la derecha, escepticismo.
El consejo que se desprende es que hay que estar atento a la cara y manos del interlocutor si uno quiere saber con quién está tratando o cómo está recibiendo la otra persona nuestro mensaje. La dirección de la mirada, la inclinación de la cabeza o la contracción del mentón son signos reveladores del sentimiento que la embarga.
Como es lógico, Turchet es un detractor del lifting y de las inyecciones de bótox que rigidizan el rostro y tienen efectos nefastos sobre la comunicación porque impiden la empatía.
"La sinergología ofrece una grilla de lectura del estado de ánimo. ¿El interlocutor está escuchando o no? ¿Confía o desconfía? El objetivo es descodificar las situaciones sociales, comunicar mejor y no penalizar a un aspirante estresado durante un reclutamiento laboral", dice Turchet.
Y anuncia: "Estamos concibiendo un detector de actividades corporales: una cámara que grabará todos los movimientos, que luego serán tratados con un software concebido para interpretarlas y separar mentira de verdad. Probará que el lenguaje corporal traduce el estado de nuestros pensamientos", afirma convencido.
Su objetivo, dice, es demostrar que las actitudes corporales tienen un sentido.
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