Muchas investigaciones continúan buscando datos que permitan detectar qué genera las adicciones, para poder tratarlas y prevenirlas. Unas investigaciones recientes detectaron que el alcohol causa una reacción diferente en el cerebro de los hombres, que los hace más susceptibles a volverse alcohólicos que a las mujeres.
En este artículo te contamos más detalles sobre la relación alcohol-hombres.
Si bien las bebidas alcohólicas pueden gustarles a los hombres y a las mujeres por igual, el alcoholismo como enfermedad es una cuestión que se da más en los hombres que en las mujeres. Si piensas en ejemplos que ilustren esto, posiblemente tú también reconozcas más casos de hombres que no pueden dejar de beber que de mujeres: el vagabundo que duerme en la estación, el que está siempre sentado en el bar de la esquina, el conocido del conocido que se invita solo a la fiesta y llega alcoholizado y hasta el mismísimo Baco, el dios del vino, también era de sexo masculino.
¿Qué tienen los hombres que no pueden resistir la tentación de tomar alcohol o qué tiene el alcohol que atrae tanto a los hombres? La responsabilidad podría ser de una substancia denominada dopamina, un neurotransmisor del cerebro al que se le atribuye la capacidad de sentir placer tanto en los hombres como en las mujeres, y que al beber alcohol se activaría más en ellos que en ellas.
Así lo describe un estudio reciente desarrollado por unos investigadores de las universidades de Columbia y Yale, según el cual luego de consumir bebidas alcohólicas, los hombres liberaron mayor cantidad de dopamina en un sector del cerebro asociado con el placer, que las mujeres. Estos resultados pueden aportar valor en el estudio de otras adicciones y de la función que pueda cumplir la dopamina en ellas.
Cuando el deseo y el placer se convierten en una necesidad incontrolable de tener o de utilizar algo, que incluso te lleva a hacer cosas que no harías en otro momento (a menos que estuvieras sumamente desesperado), se denomina adicción. El alcoholismo es la adicción al alcohol pero también existen otras adicciones, como la drogadicción (a las drogas) y el tabaquismo (al tabaco).
Si bien inicialmente las personas pueden optar por probar estas sustancias, luego de un tiempo de consumirlas es posible que algo se modifique en su cerebro y les resulte casi imposible abandonar la adicción, por eso es tan difícil combatirlas y muchos especialistas y muchas organizaciones se preocupan por las adicciones: qué las produce y cómo hacer que mejoren o desaparezcan sus efectos nocivos y permitir que las personas vuelvan a tener una buena calidad de vida, sin los daños que causa la adicción.
Así, por ejemplo, otro estudio desarrollado en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, encontró que las personas impulsivas serían más propensas a desarrollar adicciones, debido a que tienen un menor número de receptores de un neurotransmisor. ¿Adivinas cuál es? Efectivamente, la dopamina.
Tanto el alcoholismo como la drogadicción son enfermedades que se pueden tratar y existen muchos grupos de ayuda para apoyar a los enfermos y a sus familiares.
Si eres un hombre, te gusta mucho el alcohol y crees que bebes más de la cuenta o estás preocupado por la forma de beber de algún ser querido, trata de responder a estas preguntas. Si notas que la respuesta es afirmativa en varias ocasiones, sería conveniente que buscaras ayuda para no dejarte tentar ni por los encantos de Baco ni por los efectos de la dopamina:
¿Bebo más de 14 bebidas por semana o de cuatro en cada ocasión? (Si eres mujer o mayor de 65 años, esta cifra se reduce a 7 por semana o 3 en cada ocasión)
¿Bebo y conduzco u opero maquinarias?
¿Mezclo alcohol con medicamentos?
¿Le oculto al médico o al farmacéutico que bebo con regularidad?
¿Tomo bebidas alcohólicas mientras estoy cuidando niños?
¿Bebo alcohol aunque tengo una condición médica que puede empeorar con la bebida?
¿Tomo alcohol para relajarme, para aliviar la ansiedad, para evitar pensar en cosas tristes y desagradables o para poder conciliar el sueño?
¿Tomo alcohol para sentirme más cómodo cuando estoy en reuniones sociales?
¿Mis amistades o las personas a las que me acerco son bebedores regulares (beben frecuentemente)?
¿Me preocupo por tener suficiente alcohol para la noche o para el fin de semana?
¿Escondo alcohol o lo compro en distintos lugares para que la gente no sepa cuánto tomo?
¿Alterno bebidas porque creo que eso me impedirá tomar demasiado o emborracharme?
¿Trato de obtener “tragos” adicionales en los eventos sociales o de tomar bebidas a escondidas cuando los demás no están mirando?
¿Me cuesta parar de beber una vez que empiezo?
¿He tratado de dejar de beber pero sólo lo consigo por unos días?
¿No cumplo con mis responsabilidades a causa de la bebida?
¿Me siento culpable después de beber?
¿Noto que otras personas comentan acerca de mi forma de beber?
¿Tomo una bebida en la mañana para poder comenzar el día después de haber bebido mucho la noche anterior?
¿He olvidado cosas que ocurrieron mientras estaba bebiendo?
¿He herido a otra persona por mi forma de beber?
Si la respuesta es afirmativa en varias ocasiones, anímate a pedir ayuda, ya sea para ti o para algún ser querido. El alcoholismo es un problema que puede controlarse. No dejes que el alcohol domine tu mente y tu vida.
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