El refrán “desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo”, que repetía tu abuela como una ley del régimen, es falso.
Según un estudio publicado por la revista Nutrition Journal, el desayuno abundante no ayuda a almorzar moderadamente ni a cenar ligero. Por lo tanto, esa costumbre no contribuye a perder peso, como se creía. Los investigadores concluyeron que las personas comen igual cantidad de comida al mediodía que a la noche, independientemente lo que hayan ingerido por la mañana. De modo que si el desayuno es copioso (400 kilocalorías por encima de lo normal), en el balance final, se consumen muchas más calorías a lo largo del día.
En cambio, lo que sí ayuda a perder peso es elegir determinados alimentos para comenzar el día. Por ejemplo, frutas e hidratos de carbono presentes en productos como pan y cereales.
Por el contrario, saltarse el desayuno reduce la atención, la memoria y la capacidad de aprendizaje en la jornada matutina. Por otra parte, afecta negativamente el equilibrio de la dieta, ya que tiende a aumentar la ingesta de grasas y azúcares.
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