martes, 25 de enero de 2011

Los pescados azules, el aceite de oliva, las legumbres o el tomate pueden retardar la aparición del cáncer de próstata

Los buenos propósitos que se marcan al empezar el año suelen ir quedándose por el camino a medida que los meses se suceden. A pesar de ello, hay uno que no debe dejarse de lado: seguir unas pautas correctas de alimentación. Y es que no hay que perder de vista los beneficios que una dieta equilibrada proporciona al organismo. Entre otras muchas propiedades, llevar a cabo una alimentación basada en la dieta mediterránea, rica en fibra y vitamina E, ayuda a prevenir la aparición de cáncer de próstata y, en caso de padecerlo, hace que el crecimiento de las células tumorales sea un 30% más lento.En esta línea, es favorable incluir en el consumo habitual alimentos que aporten grasas insaturadas y fibra, ya que esta última influye en los niveles circulantes de testosterona, hormona sexual masculina que se produce en los testículos y en las glándulas suprarrenales. De este modo, son aconsejables los pescados azules y el aceite de oliva, así como diferentes frutas, verduras, legumbres, cereales y frutos secos, entre los que destacan las nueces.

La vitamina E es otro gran aliado para prevenir el cáncer prostático. Además de tener propiedades antioxidantes, inhibe el desarrollo de tumores si se combina con el selenio. El tomate, rico en esta vitamina, posee también licopeno, cuyo consumo de forma natural reduce las patologías cancerosas y cardiovasculares.

Al margen de una dieta saludable y equilibrada, hay un hábito fundamental que los varones deben incorporar a su rutina de vida para detectar de manera precoz el cáncer de próstata. Se trata de las revisiones urológicas anuales, sobre todo a partir de los 50 años (45 años si hay antecedentes familiares), que es cuando mayor riesgo existe a que se desarrolle este tipo de tumor.

Cabe destacar que cuando el tumor se detecta a tiempo las posibilidades de curación aumentan entre un 85% y un 90% y, además, es posible utilizar tratamientos poco agresivos para el paciente. Ese es el caso de la braquiterapia prostática, una técnica mediante la cual se implantan semillas radioactivas de Iodo-125 directamente en el interior de la próstata. De este modo, se evita que la radiación alcance los órganos sanos adyacentes (recto y vejiga) y se minimizan los efectos secundarios. La braquiterapia prostática puede realizarse cuando el tumor está en su fase inicial o en grados intermedios, con unos porcentajes de curación a los 5 años, según los grupos de riesgo de enfermedad, entre un 84% a 95%. Además, se ha demostrado que esta técnica es la más eficaz para lograr una mejor calidad de vida del paciente, frente a otros procedimientos, como la radioterapia y la prostatectomía, ya que reduce en gran medida los efectos secundarios habituales, como impotencia e incontinencia urinaria.

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