martes, 22 de febrero de 2011

Tener una vida social muy activa podría mantener a raya la discapacidad en los mayores

Los adultos mayores que son más activos socialmente tienen menos probabilidades de sufrir de una discapacidad, señalan los investigadores.

El estudio de la Universidad de Rush en Chicago analizó a 954 personas mayores, con una media de edad de 82 años, que no tenían ningún tipo de discapacidad al comienzo del periodo de estudio. Los participantes se sometieron a evaluaciones mentales y físicas anuales y proporcionaron información sobre sus actividades sociales, tales como salir a comer, jugar al bingo, hacer voluntariado, hacer excursiones de un día o de un día para otro y participar en grupos comunitarios.

En comparación con las personas que tenían bajos niveles de actividad social, los que tenían altos niveles de actividad social eran casi el doble de propensos a no tener ninguna discapacidad que supusiera un obstáculo para las actividades de la vida diaria (tales como alimentarse, bañarse, vestirse, usar el baño) y 1.5 veces más propensos a no tener ninguna discapacidad que afectara la movilidad u otras actividades instrumentales de la vida diaria (como usar el teléfono, preparar las comidas y manejar los medicamentos), encontraron los investigadores.

"Se sabe que la actividad social es un componente esencial del envejecimiento saludable, pero ahora tenemos una fuerte evidencia de que también se relaciona con un mejor funcionamiento para la vida diaria y menos discapacidad en la vejez", señaló el investigador principal James Bryan, estudiante postdoctoral de epidemiología del envejecimiento y la demencia en el Centro Rush para la enfermedad de Alzheimer, en un comunicado de prensa de la universidad.

"Los hallazgos son emocionantes ya que la actividad social es potencialmente un factor de riesgo que puede modificarse para ayudar a los adultos mayores a evitar la carga de la discapacidad", agregó.

No está claro cómo la actividad social ayuda a prevenir la discapacidad, pero quizá refuerce las redes neuronales y la función musculoesquelética necesaria para mantener la función física, apuntó James.

El estudio aparece en línea como avance de la publicación en la edición impresa de abril de la revista Journal of Gerontology: Medical Sciences.

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